miércoles, 13 de julio de 2011

Cuadernillo VII de Apuntes - Joan Ferrés Socialización mediatizada

Televisión y penetración cultural
El niño aprende por experimentación, por observación y por imitación. Todo lo que no aprende por experiencia directa lo aprende por sumisión a una autoridad o por imitación de modelos atractivos. La TV dificulta en principio la experiencia directa, pero tiene autoridad y resulta atractiva, de manera que es un eficaz instrumento de penetración cultural al potenciar por estos medios, el aprendizaje de conocimientos y de comportamientos.
A menudo los procesos de imitación son inconscientes, sobre todo en espectadores infantiles. Las reacciones emotivas que suscitan los personajes permiten la aceptación o el rechazo de los valores que representan. Por ejemplo, el hecho de que es espectador tienda a identificarse indistintamente con los policías o con los ladrones según el tratamiento que se haya dado a las historias de policías y gángsters.
Lo complicado es que cada vez son más numerosos los espectadores que convierten a la televisión en fuente casi única de conocimiento de la realidad. La información televisiva se convierte así en instrumento de poder.
Hay cuatro factores que impiden alcanzar lucidez en el análisis de uno mismo y que siembran confusión sobre los efectos de la TV: una concepción errónea del hombre como ser libre, también como ser racional, también como ser consciente y finalmente otra concepción errónea de la objetividad de la percepción humana. Estos factores impiden tomar conciencia de la complejidad de la experiencia de ser telespectador y los efectos reales que esto genera.

El mito de la libertad humana. La libertad humana no puede limitarse a la llamada espontaneidad o a la libertad física. Ésta debe i acompañada de libertad de elección, del libre albedrío. No es libre quien puede hacer lo que desea, si sus deseos están condicionados. La libertad se mediría por la capacidad de adquirir creencias y comportamientos autónomos, independientes, basados más en convicciones que en imitaciones, en la reflexión más que en el adoctrinamiento.
Las limitaciones a la libertad provienen a menudo de la inducción más o menos inadvertida de deseos y temores. Esto consiste en buena medida, a la coacción psicológica que ejerce, entre otros factores, la televisión: incide sobre la voluntad, la modificación o la canalización interesada de emociones, de los sentimientos y de los temores.

El mito de la racionalidad humana. Se suele vivir con la ingenua convicción de la preeminencia de la razón sobre el sentimiento. Las personas necesitamos atribuir a nuestros actos motivaciones nobles y elevadas. O por los menos, racionales. Necesitamos convencer a los demás y sobre todo, a nosotros mismos; de que nos comportamos de manera lógica.
El hombre tiene la capacidad de razonar, y la utiliza con frecuencia, pero con mayor frecuencia de lo que piensa actúa movido por impulsos inconscientes y poco o nada racionales. El error consiste en pensar que las convicciones y las decisiones humanas sean del orden que sean; desde las creencias religiosas hasta las decisiones de compra de un producto o la emisión de un voto, están siempre basadas en la racionalidad. La persona actúa mucho más de lo que piensa movida por sus sentimientos, sus deseos, sus temores.
Numerosas investigaciones se han realizado y comprueban el peso de las emociones. Por ejemplo: el sexo de los acusados condiciona la dirección y la dureza de las sentencias que aplican los jurados en los procesos judiciales en los Estados Unidos. Lo mismo ocurre con su belleza física, los menos atractivos físicamente reciben sentencias más largas. También la raza del acusado: los negros tienen más posibilidades que los blancos de ser declarados culpables para un mismo delito.
La televisión es precisamente el reino de las emociones y de las apariencias, es difícil que la razón consiga mantener el control frente a la pulsión emotiva intensa. Se recurre, por lo general, a la racionalización; mecanismo por el cual, la persona busca argumentos lógicos que sirvan como justificación de las decisiones, cuando éstas ya están tomadas. Se trata básicamente de dar falsas razones que encubren los verdaderos motivos de la decisión.

El mito de la conciencia. Otra ingenuidad es estar convencido de que controlamos conscientemente nuestras decisiones y creencias. Son muchas las situaciones de la vida cotidiana en las que se pone de manifiesto que el comportamiento humano está más regido de lo que nos damos cuenta por mecanismo inconscientes. La madre de familia que no despierta por el ruido de una tormenta, en cambio, se despierta al oír la tos o el llanto de su hijo enfermo, así de selectivo es el cerebro humano. Otro ejemplo, estamos un una reunión, rodeados de mucha gente, música de fondo. No escuchamos las conversaciones ajenas, pero de repente, alguien dice nuestro nombre y logramos percibirlo.
Sigmund Freud basó una buena parte de su revolución psicológica en el descubrimiento del inconsciente. Éste está constituido por aquellos deseos, impulsos o tendencias del psiquismo del individuo que no están al alcance del pensamiento consciente y que, no obstante pueden producir efectos conscientes.
Según Freud, los deseos y los impulsos instintivos que están fuera del alcance de la voluntad constituyen el ello, que se rige por el principio del placer-displacer y por el pensamiento primitivo. Las tendencias que se han ido interiorizando bajo la influencia de las sanciones de la educación, constituyen el superyo, son las representaciones de las inhibiciones del instinto, interiorización de las costumbres sociales y de las normas y prohibiciones de los padres y de la estructura social. Es la autoridad externa, las expectativas morales del entorno y la expresión de la imagen ideal que uno se ha forjado de sí mismo. Finalmente, el yo tiene una función reguladora. Es la fuente del control consciente. Canaliza las energías incontroladas del ello, equilibrándolas con las restricciones que impone el superyo.
Además, entre las fuerzas que influyen en el comportamiento, Freud distingue entre eros y thanatos. Eros, es el mito del amor, pero también la fuerza de la vida y la unión; la fuerza constructiva. Thanatos es el mito de la muerte, el instinto de la destrucción, la fuerza agresiva que conduce a la disolución, el terror de la finitud o del no-ser. Todas las manifestaciones del arte y de las culturas pueden considerarse expresiones del conflicto entre estas dos fuerzas antagónicas.
Esto se vuelve más importante cuando asumimos que una gran parte de los mensajes de la industria de la información, del entretenimiento y de la persuasión inciden directamente sobre las zonas menos conscientes de la personalidad humana. la influencia que ejerce la televisión es mayor aún de lo que se piensa, precisamente porque se ejerce de manera inadvertida. Cuanto menor es el conocimiento sobre los mecanismos de persuasión y de seducción, mayor es la convicción de que uno mantiene control sobre el medio.

El mito de la percepción objetiva. La percepción es forzosamente selección y organización. Según algunos teóricos, lo que percibimos conscientemente es sólo el 1/1000 de lo que vemos. El resto queda almacenado en el cerebro, pero nunca llegará a hacerse consciente.
Si el hombre percibe como percibe no es por la retina sino por el cerebro. El ojo es un simple sensor. Es el cerebro el que procesa las señales enviadas por los distintos sentidos y las estructura confiriéndoles significación.
Las percepciones son una combinación de lo que se encuentra en la realidad, con aquello que esperábamos encontrar. La persona tiende a observar la realidad para confirmar lo que piensa y cree de ella. Los esquemas mentales llevan a seleccionar, de todos los estímulos sensoriales, aquellos que resultan coherentes con las propias expectativas. Por ejemplo, se ha comprobado que frente a las campañas anti-tabaco, son los no fumadores quienes registran más los datos e imágenes que se exponen, porque de esta manera refuerzan el comportamiento de NO FUMAR. Por otra parte, aquellos fumadores que son expuestos a estos mensajes, por lo general no los recuerda, sólo aquellos que están pensando en abandonar el vicio recuerdan algunos datos.
Los condicionamientos culturales también son responsables de la percepción subjetiva. Ejemplos: los niños de la tribu chuckchee, en el Ártico, diferencian entre distintos tipos de nieve y además identifican con facilidad veinte variedades de pieles de reno. En otra cultura existe una sola palabra para designar lo que nosotros distinguimos como azul y verde. Estas son algunas demostraciones de la percepción como selección e interpretación de la realidad a partir de unos esquemas mentales adquiridos en el seno de una cultura y de un entorno social.

El carácter movilizador de las imágenes.
Si la palabra tiende a imponerse por su peso, la imagen se impone por su capacidad de choque, su potencial energético y su capacidad de crear realidad, para generar acción y reacción. Si las emociones influyen en las decisiones y en los comportamientos, cualquier imagen que genere emociones será socializadora, en el sentido que tendrá incidencia sobre las creencias y las conductas.
Además las imágenes sonoras conectan de manera directa con la emotividad. Y, cuando la emotividad es muy intensa, puede erradicar todo vestigio de racionalidad. Son perturbadoras del equilibrio, por cuanto, generadoras de necesidades, deseos y temores; y también ofrecen explícita o implícitamente, una salida a la tensión que generan, una propuesta de solución de conflicto. Por ejemplo, una imagen que conecta con el temor, no solo activa ese sentimiento. Al encarnar el miedo, también nos dice a qué hay que temer.
Las imágenes, como los sueños, como los mitos, contienen ideas-fuerza que acaban por traducirse en estilos de vida. Los medios de masas audiovisuales son precisamente una gigantesca industria de sueños y mitos, una poderosa industria de creación de asociaciones emotivas, que a partir de los deseos y emociones que generan o reflejan, orientarán la futura conducta de los soñadores.

Las dos grandes vías de la comunicación persuasiva: la vía racional y la vía emotiva.
La vía racional, que se rige por el pensamiento lógico, actúa por argumentación. Va de causa a efecto o de efecto a causa. La vía emotiva, que se rige por el pensamiento asociativo, obedece a otros parámetros, actúa por transferencia, por asociación emotiva o simbólica. Mientras la vía racional pretende convencer; la emotiva pretende seducir, atraer al receptor desde la fascinación.
La vía racional debe ser forzosamente consciente. Para que se acepte una argumentación, que convenza, es imprescindible que sea comprendida. Exige una reflexión, análisis. En cambio, por el otro camino, el mundo de los sentimientos usa casi exclusivamente al inconsciente, a lo irracional, a lo alógico. También es necesario decir que en el psiquismo humano difícilmente se dan procesos que sean racional o emotivamente puros. Muchas veces razonamientos y sentimientos conviven, confluyen, se potencian y hasta se contradicen.
Por otra parte, si hablamos de las comunicaciones de masas la vía emotiva de los mensajes, no significa que éstos sean elaborados sin lógica, ni razón. Para que los mensajes sean emocionalmente eficaces deben obedecer a un planteo riguroso, una articulación sólida y racional que le corresponde al emisor. Al receptor se le reserva la emotividad.

Estereotipo y seducción
Los estereotipos son representaciones sociales, institucionalizadas, reiteradas y reduccionistas. Se las llaman representaciones sociales porque suponen una visión compartida que un colectivo social tiene de otro colectivo social y son reiteradas porque se crean a base de repetición. A base de rigidez y reiteración los estereotipos acaban por parecer naturales, su objetivo es que no parezcan formas de discurso sino formas de la realidad. Además son al mismo tiempo ciertos y falsos, por cuanto suelen basarse en aspectos parcialmente ciertos; pero son falsos por cuanto toda generalización simplificadora supone una traición a la realidad que es necesariamente compleja y contradictoria.
Toda representación (el discurso audiovisual lo es) se basa en un doble proceso de selección de contenidos y selección de códigos para expresarlos. En este doble proceso se expresa la ideología, latente o explícita, de sus creadores. Esta ideología se representa a través de estereotipos. La selección de algunos atributos de los personajes, personas, hechos y el olvido el escamoteo de otros; se realiza para facilitar la comprensión de la realidad, reduciendo su complejidad y su ambigüedad. Se presenta una realidad con una valoración ideológicamente marcada en función de los intereses del emisor, se facilitan los procesos de implicación emotiva por parte del receptor.
Otra característica importante es que tanto el cine como la televisión se presentan como los grandes imperios de la simplificación y del estereotipo. Los son porque, en cuanto industrias del espectáculos, pretenden facilitar la tarea del espectador. Supone el triunfo de lo primario sobre lo secundario, de lo inconsciente sobre lo consciente, de lo emocional sobre lo racional, de la comodidad sobre el esfuerzo. Las emociones fáciles parecen necesitar los estereotipos para activar los mecanismos de identificación y proyección. Como consecuencia la exposición constante a imágenes estereotipadas de la realidad lleva a la construcción de unas representaciones sociales de la realidad igualmente estereotipadas.
Diversas investigaciones muestran la eficacia de la televisión en la transmisión e interiorización de estereotipos. Independientemente del sexo, de la edad y del nivel de educación, los que ven mucha TV tienden a ver el mundo más peligroso, son menos confiados y a sobreestimar la maldad. Además el modelado simbólico a través de estereotipos produce concepciones erróneas sobre grupos étnicos, roles sociales, ocupaciones profesionales, etc.

Algunos grandes estereotipos
Los estereotipos de organizan en función de una serie de variables: sexo, clase social, ideología, edad, actividad profesional, raza, religión. Y se manifiestan siempre mediante asociación de atributos simples, positivos o preferentemente negativos.
El discurso machista. Uno de los más habituales y compartidos es el que hace referencia a los roles sexuales. Pese a los progresos indudables en este campo, las sociedades occidentales son todavía profundamente machistas. ¿En qué contribuye la TV a esta situación?
En las imágenes televisivas, tanto las que reproducen la vida real como en las de ficción, las mujeres siguen apareciendo como dependientes, cálidas, sensibles, sumisas, poco autónomas. A los hombres, en cambio, se los muestra activos, fuertes, decididos, independientes, responsables, violentos. La TV sigue actuando como refuerzo de actitudes machistas cuando: muestra que sólo los hombres toman decisiones, cuando las mujeres aparecen cumpliendo una función decorativa. Se las ofrece para que el espectador reciba gratificaciones sensoriales y en respuesta a sus pulsiones sexuales.  O sea, la mujer está allí para ser contemplada, admirada, deseada… no más.
En un estudio realizado sobre dibujos animados infantiles se demostró el carácter abiertamente sexista de estas series. Entre los personajes principales, los masculinos dominan sobre los femeninos en una proporción de 3 a 1. Además, las mujeres tienden a ser representadas con un carácter débil y pasivo.
La belleza física. Uno de los estereotipos más comunes es el que establece una identidad entre belleza y bondad, por una parte y, en contrapartida, entre fealdad y maldad. Lo bello es bueno. Se aprende desde niños. En todos los cuentos, los héroes y las heroínas, los príncipes y las princesas, son jóvenes y hermosos. Los malvados y las malvadas, las hermanastras y las brujas son feas y a menudo, viejas.
En una experimentación al respecto se presentaron a una serie de maestros y maestras del último año de la escuela primaria unas informaciones idénticas, acompañadas de la fotografía de un niño o de una niña atractivo o no atractivo. Los docentes juzgaron a los agraciados y agraciadas como más inteligentes y con mayores posibilidades de progreso.
Este estereotipo se explica por la necesidad humana de acceder a la belleza, a la perfección. Pero desde la fascinación que ejerce la belleza y desde el pensamiento primario; los valores de la belleza son transferidos de manera arbitraria al conjunto de la persona. La TV aprovecha constantemente este estereotipo con fines socializadores. En muchas series los personajes centrales son guapos, altos, rubios. Muchas veces las excepciones son marcadas por personajes más pobres y obviamente menos agraciados.