lunes, 18 de abril de 2011

Cuadernillo de Apuntes IV - Com, cult, y soc. 5to. B J.M. Estrada Banfield

Definición
La palabra prejuicio deriva del Latín praejudicium, ha sufrido un cambio significativo desde el período clásico. Hay tres etapas de transformación.
1)       para los antiguos quería decir precedente, o sea un juicio que se basa en decisiones y experiencias previas.
2)       Más tarde, el térmico adquirió en inglés la significación de un juicio formado antes de un debido examen y consideración de los hechos: un juicio prematuro o apresurado.
3)       Finalmente, el término también adquirió su matiz emocional actual, aludiendo al estado de ánimo favorable o desfavorable que acompaña a ese juicio previo y sin fundamentos.

Una definición más breve sería: pensar mal de otras personas sin motivo suficiente. La frase “pensar mal de otras personas” debe ser entendida como una expresión elíptica: incluye sentimientos de desprecio o desagrado, de miedo o de aversión, así como varias formas de conducta hostil, tales como hablar contra ellas o atacarlas con violencia. “Sin motivo suficiente” significa que no se fundamenta en hechos, como “estar seguro de algo que no se sabe”. Quien es prejuicioso recurre a una escogida selección de unos pocos recuerdos personales, los mezcla con rumores y generaliza en exceso. En ocasiones, el que piensa mal carece de toda experiencia directa que pueda justificar su juicio. Hasta hace poco años de los norteamericanos pensaba extremadamente mal de los turcos, aunque eran muy pocas personas que había visto jamás a un turco, y pocas inclusive las que conocían a alguien que hubiera visto a alguno. El motivo para pensar así radicaba exclusivamente en que habían oído acerca de las matanzas en Armenia y sobre las legendarias cruzadas.
Comúnmente el prejuicio se manifiesta en el trato con miembros individuales de grupos rechazados. Prestamos poca o ninguna atención a diferencias individuales. Podríamos definir el prejuicio como: actitud hostil o prevenida hacia una persona que pertenece a un grupo, simplemente porque pertenece a ese grupo, suponiéndose por lo tanto que posee las cualidades objetables.
Veamos, por ejemplo, ¿Qué ocurre con un ex presidiario? Todos saben que es muy difícil para él conseguir un puesto seguro, en el que pueda alcanzar una posición desahogada y respetable. Los empleadores desconfían, por regla general, al conocer los antecedentes del individuo. Pero a menudo son más desconfiados de lo que los hechos lo autorizan a serlo. Si estuvieran mejor dispuestos a conocer la verdad podrían descubrir tal vez que el hombre que tienen delante se ha reformado realmente, o inclusive puede ser que su condena haya sido injusta.
El establecimiento excesivo de categorías es quizás la trampa más frecuente en que cae la razón humana. A partir de hechos insignificantes nos lanzamos a hacer magníficas generalizaciones. Un hombre que conoció casualmente a tres ingleses en toda su vida, declaraba posteriormente que todos los ingleses tenían atributos comunes que él había observado en esas tres personas. Existe una base natural para esta tendencia. La vida es tan corta, y la exigencia de adaptaciones prácticas tan grande, que no podemos permitir que nuestra ignorancia nos detenga en nuestros asuntos cotidianos Tenemos que decidir si los objetos son buenos o son malos por clases. No podemos tomar en consideración cada uno de los objetos del mundo.
No toda generalización excesiva es un prejuicio. Algunas son simplemente concepciones erróneas, en las que organizamos una información inadecuada. La diferencia es: si una persona es capaz de rectificar sus juicios erróneos a la luz de nuevos datos, no alienta prejuicios, son prejuicios cuando son irreversibles bajo la acción de conocimientos nuevos, (porque) se resiste activamente a toda evidencia que pueda perturbarlo. Estamos propensos a reaccionar emocionalmente cuando se amenaza a un prejuicio con una contradicción.
El efecto final del prejuicio es colocar al objeto del prejuicio en una situación de desventaja no merecida por su propia conducta. Veamos los distintos modos de reacción que el prejuicio alienta:
Grados de acción negativa (desde la menos, hasta la más enérgica)
  1. Hablar mal: la mayoría de la gente que tiene prejuicios habla de ellos, se expresa el antagonismo libremente. Pero muchas personas nunca pasan de este grado moderado de acción hostil.
  2. Evitar el contacto. Si el prejuicio es más intenso, lleva al individuo a evitar el contacto con los miembros del grupo que le desagrada, a veces a costa de inconvenientes considerables. No inflinge ningún daño directo al grupo que le disgusta.
  3. Discriminación. La persona con prejuicios lleva a la práctica, de modo activo, una distinción hecha en detrimento de algún grupo. Excluye de cierto tipo de empleos, de una zona de residencia, se los priva de sus derechos, se los segrega.
  4. Ataque físico. En condiciones de alta tensión emocional, el prejuicio puede llevar a actos de violencia.
  5. Exterminación. Linchamientos, matanzas y un programa de genocidio es el grado máximo de violencia.

La actividad en un nivel determinado sirve de transición para deslizarse con facilidad al siguiente. Ejemplo: fueron los ataques verbales de Hitler contra los judíos los que llevaron a los alemanes a evitar el contacto con sus vecinos judíos, y aún con los que antes habían sido sus amigos. Esta preparación hizo más fácil promulgar las leyes de discriminación de Nuremberg, las que a su vez hicieron que pareciera natural el incendio de sinagogas y los ataques callejeros que vinieron luego. El paso final en la progresión macabra fueron los hornos en Auschwitz.

El proceso de categorización

La mente humana tiene que pensar con la ayuda de categorías (generalizaciones). Una vez formadas, las categorías constituyen la base del  pre-juicio normal. No hay modo de evitar este proceso. La posibilidad de vivir de un modo algo ordenado depende de él. Podemos decir que el proceso de categorización tiene cinco importantes características:

1)       Construye clases y agrupamientos amplios para guiar nuestros ajustes diarios. (Ejemplo: cuando un perro de aspecto fiero viene corriendo por la calle, lo categorizamos como un perro rabioso y le huimos) En esta y en otras innumerables ocasiones lo que hacemos es tipificar un suceso aislado, ubicarlo dentro de un rubro familiar y actuar en consecuencia. A veces estamos equivocados: el suceso no corresponde a esa categoría. Sin embargo, nuestra conducta ha sido racional. Esto quiere decir que nuestra experiencia en la vida tiende a conformarse en agrupamientos (conceptos, categorías), y que si bien podemos equivocarnos de categoría, es innegable que ese proceso domina toda nuestra vida mental. Millones de procesos acaecen todos los días. No podemos apreciarlos uno por uno. Si pensamos en ellos es para tipificarlos. Una nueva experiencia siempre debe insertarse en categorías antiguas. No podemos tratar cada nuevo acontecimiento como si fuera una novedad absoluta. Si así lo hiciéramos ¿de qué serviría nuestra experiencia pasada? El filósofo Betrand Russell ha resumido así la cuestión: “Una mente perpetuamente abierta sería una mente perpetuamente vacía”.
2)       La categorización se asimila lo más posible al agrupamiento. La mente tiende a categorizar los sucesos de la manera “más burda” que sea compatible con la necesidad de acción. Si puedo agrupar a 13 millones de mis conciudadanos bajo una simple fórmula: “los negros son estúpidos, sucios e inferiores”, simplifico mi vida enormemente. Sencillamente trataré de evitar a todos y cada uno de ellos. ¿Hay algo más simple?
3)       La categoría nos permite identificar rápidamente a un objeto por sus rasgos comunes. Cada acontecimiento tiene ciertos rasgos que sirven para poner en acción las categorías del pre-juicio. Ejemplo: si vemos un automóvil viene zigzagueando hacia nosotros pensamos que “el que maneja está borracho” y actuamos de acuerdo con esa noción. Una persona de piel oscura activará todos los conceptos acerca de los negros que predominen en nuestra mente. Si la categoría dominante comprende actitudes y creencias negativas, inmediatamente evitaremos a esa persona o adoptaremos con ella el hábito de rechazo que nos resulta más familiar y accesible. La utilidad de este proceso parece consistir en facilitar la percepción y la conducta; en otras palabras, hacer más rápidos, más fáciles y adecuados nuestros ajustes a la vida.
4)       La categoría satura todo lo que contiene con iguales connotaciones ideacionales y emocionales. Algunas categorías son casi puramente intelectuales. A tales categorías las llamamos conceptos. Árbol es un concepto constituido en base a nuestra experiencia con cientos de tipos de árboles aislados y a pesar de que tiene esencialmente un solo significado ideacional. Pero muchos de nuestros conceptos tienen además de un significado, un sentimiento característico. No sólo sabemos lo que es un árbol, sino que también nos gustan los árboles.
5)       Las categorías pueden ser más o menos racionales. Hemos dicho que en general una categoría comienza a constituirse en base a un “germen de verdad”. Una categoría racional parte de ello, y se agranda y solidifica a través del aumento de la experiencia pertinente. Tal es el caso de las leyes científicas, establecidas como categorías racionales. Están respaldadas por la experiencia y las consideramos racionales cuando tienen un alto grado de probabilidad de predecir un acontecimiento. Sin embargo nuestra mente parece no hacer ninguna distinción en la formación de categorías, las irracionales se forman con igual facilidad que las racionales. Probablemente se forman más fácilmente porque los sentimientos emocionales tienen la propiedad de actuar como esponjas. Las ideas atraídas por una emoción poderosa, tienen mayor propensión a conformarse a la emoción que la evidencia objetiva.

Una categoría irracional es aquella que se forma sin la adecuada evidencia. Puede que la persona ignore simplemente la evidencia, en cuyo caso se trata de una concepción errónea. Muchos conceptos dependen de lo que se oye decir, de informaciones de segunda mano, y por esta razón, a menudo es inevitable la constitución errada de una categoría.
Admitimos de  manera selectiva nueva evidencia en una categoría cuando ella nos confirma en nuestras creencias previas. Ejemplo: un escocés tacaño nos deleita, porque confirma nuestro pre-juicio. Es agradable poder decir: “Es como te lo había dicho”. Pero si encontramos evidencia contradictoria con nuestro preconcepto, lo más probables es que le ofrezcamos resistencia.
Existe un procedimiento mental muy común que permite a la gente mantenerse aferrada  a pre-juicios aun frente a evidencias contradictorias. Ese procedimiento consiste en admitir excepciones. Este es de una eficacia contundente, al excluir unos pocos casos, el rubro negativo queda intacto para todos los demás. En resumen, a la evidencia contraria no se la admite, permitiendo que modifique la generalización, en lugar de ello se la reconoce superficialmente y se la excluye.


Los valores personales como categorías

Las categorías más importantes que un hombre tiene es su serie personal de valores. Es raro que piense en ellos o que los analice detenidamente: lo más común es que los sienta, los afirme y los defienda. Tan importantes son las categorías de valores que la evidencia y la razón se ven forzadas habitualmente a acomodarse a ellas.
El filósofo Spinoza ha definido lo que él llama “prejuicio de amor” diciendo que consiste “en sentir por alguien, a causa del amor, más de lo que es justo sentir”. El amante generaliza de modo excesivo las virtudes de su amada. Existen buenas razones para creer que este prejuicio de amor es mucho más esencial para la vida humana que su contrario, el prejuicio del odio. Uno debe primero sobreestimar las cosas que ama para poder subestimar luego las que les oponen. Las vallas se erigen en primer término para proteger lo que amamos.
Las vinculaciones positivas son esenciales para la vida. El niño pequeño no podría existir sin su relación de dependencia con respecto a la persona que lo nutre. Debe amar e identificarse con alguien o algo antes de que pueda aprender a odiar.
[Ejemplo] Un estudiante de Massachussets, que decía ser un apóstol de la tolerancia (eso era lo que él creía) escribió: “El problema de los negros no se resolverá mientras a esos imbéciles blancos del Sur no se les introduzca un poco de materia gris en sus cabezas huecas.” Los valores positivos del estudiante eran idealistas. Pero, para colmo de ironía, su “tolerancia” militante desemboca en una condenación prejuiciosa de un sector de la población al que él percibía como una amenaza para sus valores de tolerancia.
Resulta muy conveniente creer, si uno puede, que la categoría propia está totalmente bien y la del prójimo totalmente mal. El proceso resulta especialmente claro en tiempo de guerra. Cuando un enemigo amenaza todos o casi todos nuestros valores positivos, reforzamos nuestra resistencia y exageramos los méritos de nuestra causa. Sentimos que nosotros estamos totalmente en lo cierto, [por ende] nuestro enemigo ha de estar completamente equivocado.
Lo familiar nos proporciona la base indispensable de nuestra experiencia, terminan por gustarnos estilos de comida, las costumbres, las personas con las que hemos crecido. Le son dados a un niño tanto sus padres, como sus vecinos, la región y el país en que nace. Lo mismo ocurre con su religión, raza y tradiciones sociales. Para él todas estas afiliaciones se dan por descontadas. Puesto que él es parte de ellas y ellas son parte de él, son buenas.

Las diferencias entre grupos

La persona con prejuicios explica de modo casi invariable su actitud negativa en función de alguna cualidad objetable que distingue al grupo despreciado. Se alega que todo el grupo posee un olor desagradable, mentalidad inferior, o una naturaleza taimada, agresiva u holgazana.
Aun para el investigador es difícil lograr una estricta objetividad en el estudio de las diferencias nacionales y raciales. Él tiene sus propios prejuicios, con los que debe luchar, en pro y en contra de ciertos grupos. No conoce el grado en que ellos afectan su propia interpretación de los datos. Un especialista en ciencias políticas James Bryce (1838 – 1922), pronunció una conferencia en Oxford sobre el tema: “Las relaciones entre las razas humanas adelantadas y las atrasadas”. En ella invocó la teoría darviniana de la evolución para justificar las agresiones de las razas “aptas” y fuertes, contra las más débiles. Recriminaba a los indios americanos su terca negativa a adaptarse a las normas del hombre blanco. Las matanzas fueron el inevitable resultado. La sumisión en los negros, observa él con complacencia, es innata. El hombre negro “sobrevive porque se somete”. Los trabajos serviles son por ende, los que convienen a los negros. Los negros en su mayoría no están aptos para votar, argumenta Bryce, no sólo a causa de su ignorancia, sino también porque tienen “impulsos súbitos e irracionales” que los convierten en fáciles víctimas de la demagogia. El matrimonio entre seres de distintas razas le causa horror. Además de la repulsión innata contra esta práctica, para él constituye un fuerte argumento en contra de ello la afirmación no demostrada de que los híbridos raciales son débiles, si no físicamente, por lo menos en lo relativo al carácter. El diagnóstico que él realiza de esa sociedad, aunque el no lo sepa, se basa en sus propios prejuicios y no en hechos probados.
No es necesario retroceder hasta fines del siglo XIX para ver cómo la ciencia puede echarse a perder por obra del prejuicio. Los “descubrimientos” y “leyes” enunciadas por los psicólogos y sociólogos alemanes bajo el régimen nazi constituyen ejemplos concluyentes. Con toda seriedad declaraban: “Todos los renglones de la investigación humana se basan en la raza”.  Estos “hombres de ciencia” adscribían la delincuencia a la herencia racial y declaraban: “Los habitantes delincuentes son la causa de los barrios miserables y no viceversa”.
Por contraste, encontramos hombres de ciencia que con mucho apresuramiento rechazan toda posibilidad de que existan diferencias apreciables o fundamentales entre las distintas razas, nacionalidades o grupos.
Las diferencias por sí solas no crean hostilidad. Considerando los tipos de grupos contra los cuales se conoce la existencia de prejuicios, hallamos que ellos integran no menos de catorce clases: raza, sexo, niveles de edad, grupos étnicos, grupos lingüísticos, regiones, religiones, naciones, ideologías, castas, clases sociales, ocupaciones, niveles de educación, grupos de interés (sindicatos, clubes, etc). Pero este listado no es satisfactorio porque notamos que los grupos víctimas de discriminación integran más de una categoría, por ejemplo los negros pueden padecer diferencias raciales, de clase, de religión, educación, ocupación.
El antropólogo Clyd Kluckhonh escribe: a pesar de que el concepto de raza es del todo genuino, probablemente no exista ningún otro campo de la ciencia en el cual sean tan frecuentes y tan serios los malentendidos entre la gente culta. Uno es la confusión que existe entre las agrupaciones raciales y las étnicas. El primer término se refiere a los vínculos hereditarios; el segundo a vínculos sociales y culturales. Veamos las definiciones que aporta el Diccionario de la Real Academia Española.
Etnia. (Del gr. θνος, pueblo).1. f. Comunidad humana definida por afinidades raciales, lingüísticas, culturales, etc.
Raza. (Del lat. *radĭa, de radĭus). Cada uno de los grupos en que se subdividen algunas especies biológicas y cuyos caracteres diferenciales se perpetúan por herencia.

Se piensa en la herencia como en algo inexorable, que confiere a un grupo una esencia que ya no puede ser abandonada. Resultan de ellos una serie de ideas distorsionadas, ejemplos: la raza negra debido a las fuerzas implacables de la evolución, está todavía cerca del mono. Un descendiente de esta raza lleva consigo las “tendencias” que se le adjudican.
Existen varias razones por las cuales –especialmente a fines del siglo XIX y XX - la “raza” se ha convertido en el núcleo principal para el establecimiento de categoría de ideas acerca de las diferencias humanas. El darwinismo proporcionó la imagen de especies divididas en distintas variedades o razas. La “fascinante” idea de que las razas puras son mejores se apoderó de la imaginación popular. El darwinismo se utilizó como argumento para el racismo y para justificar el prejuicio. Muchas veces un solo fragmento de la realidad visible, basta para que los pensamientos de la gente se concentren en la posibilidad de que todo este vinculado a ese fragmento. El carácter de una persona se considera vinculado a sus ojos rasgados, o se piensa que la agresividad va unida al color negro. Tenemos la tendencia habitual a acentuar y exagerar un rasgo que capta nuestra atención y a asimilar el máximo posible de cosas a la categoría visual creada.
Encontramos la misma tenencia en el caso de la categorización por sexo.  Existen claro está, características primarias y secundarias del varón y de la mujer, determinadas por los genes. No obstante, en la mayoría de las culturas la posición de las mujeres está exageradamente diferenciada de la de los hombres. El punto visible de la diferencia física se convierte en imán de toda suerte de adscripciones imaginarias.
La mayoría de la gente no conoce la diferencia entre raza y grupo étnico, entre raza y casta social, entre lo natural y lo adquirido. Responde a un principio de economía del pensamiento adscribir a la raza peculiaridades de la apariencia,  las costumbres y los valores. Es más simple atribuir las diferencias a la herencia que descifrar todas las complejas razones sociales que determinan esas diferencias.
La raza constituye un tema favorito para la propaganda de los alarmistas y los demagogos. Hitler encontró que el racismo es muy útil para distraer a la gente de sus propios problemas, proporcionándoles una fácil víctima propiciatoria.
Volviendo al problema de la visibilidad, nuestra experiencia nos enseña, en primer lugar, que cuando las cosas parecen diferentes, por lo común son diferentes. Todos los seres humanos muestran diferencias de aspecto. Uno espera ciertos tipos de conducta de un niño y no de un adulto, de una mujer y mujer y no de un hombre. Si bien algunas diferencias visibles entre la gente son personales y únicas (cada rostro tiene su forma y expresión propias), muchas de estas diferencias pueden ser tipificadas. Las diferencias de sexo y edad son ejemplos obvios. Otros: color de la piel, la forma de los rasgos, los gestos, la forma de hablar o el acento, la forma de vestir, las prácticas religiosas, hábitos de alimentación, nombres, lugar de residencia, etc. Si bien algunas diferencias son físicas e innatas, otras son adquiridas. Si bien algunos grupos tratan a veces de disminuir su “visibilidad”, otros resaltan su carácter de miembro de alguno.
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Para reflexionar y hacer

¿Qué categorías de pensamiento propias reconocés?
Buscá en diarios y revistas un ejemplo de cada grado de acción negativa.
¿Cuáles son los valores personales que identificás? Hacé una lista.
¿Qué grupos distintos visualizas en tu curso, en tu escuela, en tu barrio. Enumerá las características de los miembros que la componen.




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